"Los misterios del más allá"
Escrito por: Erika Marcela Romero Moreno
Sonaban las campanadas en la oscura noche, en medio de risas y ollas en la estufa, hervían los menjurges de la comida, de pronto todo quedó en silencio, ni los sonidos de las ollas en la estufa, ni las risas y menos las campanadas.
Pero de pronto, un estruendoso llanto de un bebe rompió con el silencio y la tranquilidad que se experimentaba, un cruel llanto de desesperación y agonía que podía entumecer el alma y arrugar el corazón. Fué en ese instante cuando rosa y Aurelio se sintieron vivos, sabían que aún pertenecían a este mundo.
Pero eso no los hizo felices, pues el llanto parecía provenir del mismísimo infierno. Pero había algo que los hacía saber que vivían y fue el hecho de sentir emociones al escuchar los espantosos chillidos.
Rosa y Aurelio buscaron los sonidos en todas las partes de la gran casa que habitaban, pero todo fue en vano, los sonidos pararon y el silencio invadió de nuevo el lugar.
Al amanecer, Rosa y Aurelio no comentaron nada. El sonido de los menjurges hirviendo, las risas de los niños, el sonido del mar y las campanadas de la iglesia, anunciando la misa, volvieron hacer iguales a todas las mañanas.
Ellos sabían que a pesar de ser viejos y habitar la casa que ya estaba habitada, jamás dejarían este mundo, porque aún con los llantos del pequeño y los horribles sentimientos los sacarían y esa gran casa sería una vez más de Rosa y Aurelio.